No te dé pena que la luz del día
Al final del día no más recorra
el cielo;
No te dé pena que la belleza se
haya ido
Del campo y la maleza al pasar el
año;
No te dé pena el menguar de la
luna,
Ni que la marea repliegue hacia
el mar,
Ni que el deseo de un hombre tan
pronto se consuma,
Y que ya no me veas con ojos de
amor.
Esto siempre lo he sabido: el
amor no es más
Que las anchas floraciones que el
viento asalta,
Que la gran marea que remoja la
inestable orilla,
Esparciendo frescos expolios
juntados en la tormenta.
Que te apene que el corazón sea tardo en aprender
Lo que la mente ágil observa a cada rato.
(Edna St. Vincent Millay)
No tienes que
ser buena.
No tienes que
andar de rodillas
Por cientos de
millas a través del desierto, lamentándote.
Sólo tienes que
dejar al muelle animal de tu cuerpo
amar lo que ama.
Cuéntame de la
desesperación, de la tuya, y te hablaré de la mía.
Entretanto el
mundo sigue adelante.
Entretanto el
sol y los claros guijarros de la lluvia
se mueven a
través de los paisajes,
sobre las
praderas y los profundos árboles,
las montañas y
los ríos.
Entretanto los
gansos salvajes, altos en el limpio aire azul,
se dirigen a
casa otra vez.
Quien quiera que seas, no importa cuán sola,
el mundo se
ofrece a tu imaginación,
te llama
como a los gansos salvajes, rudo y excitante…
una y otra
vez proclamando tu lugar
en la
familia de las cosas.
(Mary Oliver)
Foto: Juan Pablo Torres Muñiz
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