martes, 16 de septiembre de 2008

Atonement (Ian McEwan)










El remordimiento y el deseo de reparación son el motivo central de la que es considerada, hasta ahora, la mejor novela del escritor inglés Ian McEwan. Si bien el tema no es novedoso, el peculiar tratamiento que de él hace su autor confiere a esta obra un encanto peculiar.







El suceso narrado en la prolongada parte inicial –casi 200 páginas– constituye el punto de quiebre en la vida de los protagonistas, cuyos destinos comienzan a separarse irremediablemente a partir de entonces. Los encontramos cinco años después de aquel suceso, en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, siendo arrastrados por las penosas circunstancias que les tocó vivir a los jóvenes ingleses de aquella generación. Pese a que McEwan ha tratado de reconstruir el ambiente de penurias y sufrimientos que se vivió durante la retirada británica de las costas de Francia en el año 1940 y las experiencias de las enfermeras que atendían a los heridos de guerra en los hospitales londinenses de aquella época, no es tanto la reconstrucción histórica de estos escenarios lo que interesa al autor, como la obsesión del personaje principal –Briony Tallis– por enmendar el error (por llamarlo de alguna manera) que cometió siendo una niña de trece años y expiar una culpa que afectó decisivamente toda su vida.






Quienes hayan estado familiarizados con obras anteriores de McEwan no podrán dejar de notar el interesante cambio de registro en la voz del narrador, pero no será sino hasta el soberbio capítulo final cuando se comprenda en toda su amplitud el sentido que tiene esta narración, momento en que cobrará significado además una reflexión final sobre la interrelación entre ejercicio de la narración literaria y el peso de la conciencia personal.

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