Tres casos policiales no resueltos son la materia prima de este relato. Dos han ocurrido en la década del ´70 y el tercero en los años ´90. El lugar es la ciudad universitaria de Cambridge. El encargado de encontrar las respuestas, en el presente, es el investigador privado (ex-militar y ex-policía) Jackson Brodie. Cada uno de estos casos involucra a personajes muy diferentes y que provienen de entornos muy peculiares, que tienen poco que ver con la vida académica de la ciudad. De hecho, se enfatiza que Cambridge encierra mucho de pobreza y violencia, en contraste con la sosegada y bien financiada actividad universitaria por la que es conocida y visitada aquella ciudad.
El libro se sostiene precisamente gracias a la aparente desconexión de las tres situaciones iniciales y a la intriga que despierta, en el lector, el misterioso pasado y el lado oculto de la vida personal de cada una de las víctimas y sobrevivientes de los crimenes, no resueltos hace tanto tiempo atrás. Un detalle que ayuda a no abandonar el libro es que la narración no se centra únicamente en Brodie y sus indagaciones (como sucede en los libros del inspector Wallander, por poner un caso, siendo así que este último resulta un personaje mucho más atrayente o interesate que aquel), sino que se expone fragmentariamente desde la perspectiva de cada uno de sus protagonistas, pasando hábilmente del pasado al presente, en cada caso.
A medida que avanza el libro y que los misterios se van aclarando (unificados por las pesquisas del inspector), sin embargo, la trama pierde su interés inicial y la curiosidad del lector se ve lentamente neutralizada por la manera tan tosca con que la autora trata a unos personajes que prometían mucho al inicio. Amelia Land y Theo son el ejemplo más claro de esto. Hacia el final, las acciones se precipitan en un descenlace poco intersante y muy enfático respecto de la intención de mostrar las consecuencias funestas del particular tipo de violencia que es el denominador común de las tres historias antes mencionadas.
Pese a que por momentos se extingue totalmente el encanto propio de una narración, hay que decir que la acción, en las dos terceras partes del libro, está bien dosificada y consigue encandilar. No tiene pierde, por otro lado, la manera ácida e irónica con que la narradora describe la mentalidad actual de quienes habitan lo que llamaríamos una sociedad del "primer mundo" y pone en cuestionamiento ciertas ideas y prácticas que en ella se consideran como normales y sanas, y que no encierran más que una ausencia escandalosa de humanidad.
El libro se sostiene precisamente gracias a la aparente desconexión de las tres situaciones iniciales y a la intriga que despierta, en el lector, el misterioso pasado y el lado oculto de la vida personal de cada una de las víctimas y sobrevivientes de los crimenes, no resueltos hace tanto tiempo atrás. Un detalle que ayuda a no abandonar el libro es que la narración no se centra únicamente en Brodie y sus indagaciones (como sucede en los libros del inspector Wallander, por poner un caso, siendo así que este último resulta un personaje mucho más atrayente o interesate que aquel), sino que se expone fragmentariamente desde la perspectiva de cada uno de sus protagonistas, pasando hábilmente del pasado al presente, en cada caso.
A medida que avanza el libro y que los misterios se van aclarando (unificados por las pesquisas del inspector), sin embargo, la trama pierde su interés inicial y la curiosidad del lector se ve lentamente neutralizada por la manera tan tosca con que la autora trata a unos personajes que prometían mucho al inicio. Amelia Land y Theo son el ejemplo más claro de esto. Hacia el final, las acciones se precipitan en un descenlace poco intersante y muy enfático respecto de la intención de mostrar las consecuencias funestas del particular tipo de violencia que es el denominador común de las tres historias antes mencionadas.
Pese a que por momentos se extingue totalmente el encanto propio de una narración, hay que decir que la acción, en las dos terceras partes del libro, está bien dosificada y consigue encandilar. No tiene pierde, por otro lado, la manera ácida e irónica con que la narradora describe la mentalidad actual de quienes habitan lo que llamaríamos una sociedad del "primer mundo" y pone en cuestionamiento ciertas ideas y prácticas que en ella se consideran como normales y sanas, y que no encierran más que una ausencia escandalosa de humanidad.
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