Uno de los propósitos que me hice para este viaje fue el de buscar algunos libros que merodeaban por mi mente como objetos perdidos para siempre.
Varios años atrás, encontré un ejemplar de La prueba acústica, de S. Lenz, traducido por Joan Parra para la editorial Tusquets, y no sé si por el precio o por otra motivación no lo compré, aquella vez, para luego estar más que arrepentido de ello. Pero he aquí que ahora, en esa misma librería,y se puede decir que casi en el mismo rincón de años atrás, me esperaba, con precio reducido, este ejemplar tan bonito, como si estuviera allí sólo para mí.
En otro sótano, esperando allí más de veinte años seguramente, me aguardaba la edición de Nosotros (Y. Zamyatin) de Alianza, algo ajada por el mal tiempo, pero legible. Me enteré de la existencia de esta obra por un artículo, aparecido el año pasado, sobre la novela de Orwell, 1984, que, al decir del autor de aquella pieza periodística, estuvo inspirada en la obra del escritor ruso, la cual además la supera.
He hecho otras adquisiciones que, igualmente, me esperaban ansiosamente en el mismo lugar del estante donde las ví algunas vez, tiempo atrás, cuando vivía en la ciudad a la cual viajé la semana pasada: Mi idololatrado hijo Sisí (Delibes); y la colección de cuentos de DFW, Oblivion, ya que me faltó valor para comprarme, en su momento, Infinite Jest.
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