Espero que Jesús te haya llevado consigo
a pesar de las décadas que han pasado, de lo distanciados que nos volvimos
entre la transfiguración del amor en odio y aquellas tristes cartas
y llamadas y tu rostro deshaciéndose dentro de un dogal que
Hoy no
Puedo nombrar a los dioses
que al final venerabas, si los hubo, es imposible
elogiar al que es devotamente un miserable. Y que se joda mi iglesia que
pone en el infierno a los pobres y sufrientes
bastardos como tú, incapaces de llevar las máscaras
de sus propios rostros. Querías con palabras formar
una alternativa al mundo que se atrevió
tan implacablemente a imprimirse ante tus ojos, pues no
podías, nunca pudiste
refutar completamente lo real o justificar el triste peso de tu cuerpo, ganarte
un espacio legítimo o pagar por las porciones del oxígeno que
te legaron. Más de una vez me pediste
que respirara en tus pulmones como la soprano en la ópera
tanto quería yo que mi fantasma te habitara y que ingirieras mi creencia
en tu –aparte de eso solo probable– alma. Me pregunto si sienten
tu muerte como un fracaso todos los que alguna vez
te amaron como si nuestro rcp colectivo se detuvo
demasiado pronto, se perdió la carga del desfibrilador, el cadáver
nos castigó al no volver a sentarse. Y perdona mi convicción
de que todo suicida es un cojudo. He aquí una buena razón de que yo no sea
Dios, pues cruelmente aplastaría a todo el que se aplastó a sí mismo.
Solo quería decir ja ja, a pesar
de todo tu esfuerzo estás cada segundo
vivo de un modo insoportable para todos los que te hemos respirado muy adentro,
cada par de pulmones, esas implantadas alas rosa, globos rosados.
Te expiramos como aire y te vemos alzar como la lluvia.
Mary Karr: Suicide's Note: An Annual
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