Como su título sugiere, el crimen y el romance son los ejes temáticos de esta narración; lo que los vincula es el arte. Michael Boone, el protagonista, es un pintor proveniente del pueblo australiano de Bacchus Marsh (Victoria) que se encuentra entrampado en las secuelas de su divorcio y la pérdida de vigencia de su obra artística.
Conoce en su provisional refugio de New South Wales a Marlene, una joven que lo va a conducir poco a poco al lado más oscuro de gran mundo (al que él desea pertenecer) de las galerías y los coleccionistas internacionales de pintura: el latrocinio, el uso indebido del droit moral y la falsificación de obras de arte.
Michael Boone es un artista llano, visceral, obsesivo y fiel a sus temas personales. Su técnica, tal como se la describe en la novela, raya en lo extravagante y ofensivo. El lenguaje empleado en la narración intenta reflejar el estilo de Boone: frases irregulares y grotescas en las que se suceden expresiones de grueso calibre, coloquialismos y descripciones vulgares. Pero el resultado es una obra intensa, ácida y procaz y, al mismo tiempo, suficientemente emotiva para transmitir con fidelidad el drama personal del protagonista.
En efecto, al mismo tiempo que presentar una historia negra, el autor ha buscado en esta novela referirse a los padecimientos de un artista que ha crecido en un lugar periférico como Bacchus Marsh (de cual es originario el mismo Carey) donde su vocación no encuentra estímulo suficiente para crecer y del cual debe escapar a cualquier costo, incluso el de enemistarse con su familia, a fin de no traicionarse a sí mismo.
Es este afán por hacerse un lugar en la historia del arte moderno lo que constituye el verdadero motor de la trama, lo que lleva a su protagonista a involucrase sin remilgos en las actividades de una delincuente sin escrúpulos.
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