martes, 24 de febrero de 2015

Una señal


Las últimas palabras del mar
antes de morir, el último aliento
del gran viento que soplaba
antes de que naciéramos, la última
luz que amaneció en la colina
de nuestra agonía, el calvario
la llamaríamos. Esto es todo
lo que recordaba cuando florecí…
una estrellita de sangre oculta
entre los naranjos que no llevaban
nada, una estrella de ninguna
esperanza o pena, tan solo una mota
de color en la triste luz del invierno.
Me escogiste como tu color, me
arrancaste de la rama y me llevaste
en tu cabello, y por un tiempo
fui un adorno, fui otra vez una
estrella, algo que llamaba la atención
hasta que se agostaron mis pétalos.
Me dejaron de lado en un roto cuenco
de agua, luego me secaron, apretaron
entre las hojas muertas y amarillas
de un libro viejo que a nadie importaba.
Caí un día en unas manos extrañas
que venían en busca de alguna cosa
como una respuesta, algo como
¿dónde estoy? ¿y para qué?
Sólo para hallar ocho rayos rojos cada
cual aplastado hacia un distinto viento de
cambio, cada uno diciendo en su propio
susurro sin voz, Este es el camino
hacia todo lo que es y lo que no es,
¡Sígueme! ¡sígueme! este es el modo
en que el viaje empieza y termina. 



A SignPhilip Levine

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