domingo, 16 de agosto de 2015

Crepúsculo




Ahora la gran rueda de oscuridad y de nubes bajas rehíla
Se arremolina en los cielos, de sus bordes caen gotas;
Hacia el poniente, contra el muro de blanca luz como hielo,
Árboles esqueléticos se doblan en una corriente de aire.
Hojas, negras hojas y humo, el viento las levanta;
Suben por mi ventana, se arremolinan otra vez;
En un silencio acerado, estrepitosamente cae la
Primera fría gota golpeando una hoja marchita…
¡Fatalidad y crepúsculo para la tierra! Me estiro
Para correr las heladas cortinas y dejar fuera a la oscuridad,
Haciendo una pausa, con la mano alzada,
Para observar, entre negros pórticos de nube en ruinas,
Una estrella, —los pórticos se desmoronan y la aplastan.
¡Aquí, miles de libros! Aquí está la sabiduría
Destilada del polvo, o destilada de la nada;  
Escoge ahora la palabra más densa, la hoja más dorada,
La línea más oscuramente melodiada; pon en alto estos faroles, —
Estos miserables faroles, sabidurías, filosofías, —
Por encima de tus ojos, contra este muro de oscuridad;
Y entonces verás… ¿Qué? Un hilo de araña que cuelga,
Un antepecho cubierto con media pulgada de polvo…
¡Habla, viejo sabio! Ahora, más que nunca, te necesitamos.
Grita fuerte, levanta voces penetrantes como hechiceros
En contra de este ominoso atardecer, este gemido de lluvia…
¡Pero eres nada! Tus páginas se convierten en agua
En mis dedos: frías, frías y relucientes,
Flechiformes en la oscuridad, rizándose, goteando—
Todas las cosas son lluvia… Yo mismo, este cuarto alumbrado,
¿Qué somos sino un murmuroso charco de lluvia?
Sus lentos arpegios, líquidos, sibilantes,
Conmocionan en la oscuridad. Estoy dentro del mundo hundido,
Bajo un techo de lluvia, así como yace la concha del molusco
Bajo el crujiente crepúsculo del mar;
Ningún dios se acuerda de ella, ningún entendimiento
Penetra la luenga oscuridad con una espada de luz.

Twilights, V    (Conrad Aiken, 1899 - 1973)

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