martes, 13 de marzo de 2012

The Whale

(Me parece que es muy difícil expresar con palabras la grandeza de un libro tan demandante y puntilloso, tan brutal y soberbio, como Moby Dick; pero luego es el libro mismo el que sale al paso de estas aparentes dificultades con cosas como ésta):



Oh, man! Admire and model thyself after the whale! Do thou, too, remain warm among ice. Do thou, too, live in this world without being of it. Be cool at the equator; keep thy blood fluid at the Pole... retain, Oh man! in all seasons a temperature of thine own.

(Ch. 68)

jueves, 8 de marzo de 2012

84, Charing Cross Road

Ya van semanas y semanas sin escribir nada... No estoy pasando por un buen momento y sin entusiasmo no vale la pena tratar de hacerlo. He leído, hasta el día de ayer, varios libros, pero ninguno (por más excelente que sea) me ha sacado del foso en que estoy metido. Hoy, sin embargo, un día especialmente malo, me topé con la edición de Anagrama de "84, Charing Cross Road" y puedo que decir que sí, esta vez un bonito rayo de luz se abrió paso por entre las pesadas nubes que ensombrecen el cielo bajo el que vivo. O una brisa fresca hecha de generosidad, buenos modales, confianza y amor por los libros, que apartó los nubarrones de codicia, inflación, intereses monetarios, incrementos y rentabilidad, salvaje competencia, etc, etc., que forman parte de mi vida cotidiana.
Lo que yo querría saber es lo siguiente: ¿Qué ha sucedido para que no sea posible ahora imaginar la existencia de personas como las que mantuvieron esa sencilla y hermosa correspondencia? Porque, verdaderamente, yo no me puedo imaginar a alguien en mi época que pueda hablar con tanto amor de los libros (o de cualquier objeto manufacturado y artístico) y trate con ellos sin pensar en su absurdo valor monetario, en su cualidad de mercancía, en su potencial efecto enriquecedor del bolsillo..., en fin, en la necesidad de duplicar o triplicar su valor monetario y hacer que alguien lo pague (alguien de quien se desconfía completamente, además) a pesar de todo...

Tampoco parece ser posible que en nuestros días alguien hable así de un libro:
"Parece tan nuevo y tan flamante como si nadie lo hubiera hojeado nunca, pero alguien lo ha leído: se abre espontáneamente por sus pasajes más bellos, y el fantasma de su anterior propietario me señala párrafos que jamás he leído antes."
Y, sin embargo, todas estas personas existieron en la vida real (una escritora pobre y un modesto librero, nada menos), y no hace tanto tiempo, en realidad, vivieron en lugares alejados y se cartearon durante años... y dejaron este testimonio tan sencillo y hondo a la vez. ¿Qué nos ha sucedido para que todo esto parezca un relato de pura fantasía?