domingo, 19 de junio de 2011

Las tres hermanas (Chéjov)

Días atrás, de paso por la capital, tuve oportunidad de asistir a la representación de esta vieja pieza de teatro, para la que, debo confesar, me vine preparando desde hace varios meses con la lectura del texto, en la traducción de Ann Dunnigan (Signet Classics), la única que encontré a mano.




Estas hermanas son tres jovenes huérfanas, pertenecientes a una familia aristócrata de provincias, cultivadas y sensibles, que sienten languidecer sus vidas en el tosco ambiente de la pequeña ciudad donde viven.



En la obra se contrapone el carácter idealista, que aspira a una vida más plenamente humana, de unos personajes, con el de aquellos que han renunciado completamente a este tipo de esperanzas y se resignan a una rutina que se presenta como idiotizante y bárbara. La lectura del texto me dejó un regusto tragicómico, mientras que la representación teatral tuvo un sesgo mucho más dramático, al final un poco exasperante y hasta pesado.




Particularmente, he pensado, a raíz de esta experiencia, en todo aquello que puede llegar a convertirse, para una persona, en una cárcel invisible: la propia crianza, por ejemplo, o las expectativas y las limitaciones que impone una condición social, y lo que en una determinada época se considera como "el saber" y lo que se vislumbra en el futuro como algo menos insatisfactorio que el presente.

Así, la insatisfacción de las tres hermanas de esta obra viene a ser la consecuencia de su particular educación, pero me parece que esa misma educación es la que les imposibilita superar las barreras que -como el bosque figurado de la escenografía, siempre presente- las rodean y apresan. Su aspiración a una vida mejor está lastrada, lamentablemente, por esa sensibilidad cultivada que les lleva a soñar y hablar incansablemente de un futuro en el que desaparecerán las mezquindades e injusticias de la sociedad en que viven, pero para el que no están verdaderamente preparadas, hacia el que no pueden caminar por su propia cuenta, o (peor aún) que excluye completamente su particular modo de vida.




Una de las cosas que uno siente al terminar la obra es que una vida joven y dotada de mucho valor puede ser un desperdicio completo, y que eso puede deberse, paradójicamente, a que las condiciones que propiciaron el cultivo de unas cualidades espirituales conducen al mismo tiempo al hábito de sentirse inconforme y a formular sueños bienintencionados que no serían posibles si antes no desaparecieran esas condiciones sociales o culturales que han hecho posible la existencia y cultivo de aquellas cualidades y aspiraciones.


De hecho, uno se pregunta cuál fue ese mundo mejor con el que finalmente se consuelan, al final de la obra, las tres hermanas, ese mundo que justificaría sus sufrimientos del presente: qué cosa resultó siendo finalmente esa "utopía", en la que el cinismo y el pragmatismo más cruel tomaron el lugar de aquellos ideales decimonónicos de progreso y humanidad.

sábado, 18 de junio de 2011

El idiota





"Para que el cerebro de un idiota se ponga en movimiento, tienen que ocurrirle muchas cosas y muy crueles."










(Después de tantos años, me doy cuenta de que estas palabras se pueden aplicar también a mi vida.)

sábado, 4 de junio de 2011

Brooklyn (Colm Tóibín)

Pese a su título, esta es una novela irlandesa, por sus personajes y por su temática. Centrada en la personalidad de su protagonista, Eilis Lacey, el narrador omnisciente nos muestra, con mano maestra, rincones profundos de la psicología de esta joven que debe, a una temprana edad, alejarse de su ciudad natal y su familia, para buscar un mejor futuro, allende el mar, en la lejana Brooklyn.

Con un ritmo y un orden narrativo clásicos, se presentan los acontecimientos que conducen a Eilis a abandonar dos veces su patria y su hogar, mostrando con acierto, los conflictos internos, el sufrimiento y la dicha que experimenta una mujer inexperta y dubitativa, pero que lucha por ser feliz y, a la vez, coherente con sus creencias religiosas y morales, frente a los hechos de la vida: las diferencias sociales, los ritos del enamoramiento, las expectativas de un entorno colmado de códigos, el afecto por los seres queridos, el deseo de felicidad y el despertar de la vida sexual.






Me ha parecido excepcional la capacidad de su autor para internarse en el rico mundo afectivo femenino, no sólo de la protagonista, sino de todo el entorno familar y laboral, en Irlanda y América, en el que se desarrolla la historia. El afecto entre mujeres, así como sus celos, resentimientos y rivalidades, expuestos a través de verdades nunca dichas o expresadas sólo a medias, constituye parte esencial de esta novela. La presencia de secretos y el miedo a manifestar los sentimientos y las expectativas más íntimas son una carga interior con la que se debaten constantemente los personajes.



Eilis, en cierta manera, se deja arrastrar por los acontecimientos, al tiempo que trata de aprehenderlos e interiorizarlos constantemente; lucha por su independencia y por afirmar su yo, al mismo tiempo que trata de complacer a sus seres queridos y a las personas que tienen autoridad sobre ella, de no herir sus sentimientos u ofenderlos con su conducta. Se muestra finalmente que es imposible sostener permanentemente esta dicotomía. Durante la novela, no son las decisiones o los sentimientos personales de Eilis los que orientan su destino; sobre ella tienen enorme influencia las expectativas y la voluntad de otras personas.




Me ha gustado, por otra parte, la maestría del novelista para describir el entorno social y cultural irlandés, tanto en la isla como en Brooklyn, durante los años ´50 (época en que se desenvuelven los acontecimientos), así como ciertas costumbres y circunstancias que hoy parecen tan lejenas en el tiempo (y que me recuerdan a los años de juventud de mis padres) como, por ejemplo, la novedad que representa para Eilis el "estilo italiano" de llevar la ropa de baño a la playa y la necesidad de cuidar la "figura", antes normalmente cubierta por prendas largas y pudorosas, la discusión acerca de si valdría la pena comprarse un aparato de TV dado que no se sabe si seguirán haciéndose programas de televisión en el futuro, el progresivo aumento de la población negra en Brooklyn (esto es, años antes de la época en que se desarrolla la primera parte de The Fortress of Solitude) y el modo en que funcionaban los primeros grandes almacenes de ropa, entre otros.

Este libro es una pequeña joya que me ha traído momentos de mucho placer mientras he estado reponiéndome de una gripe un poco fuerte. Me ha recordado a dos novelas españolas que leí años atrás: Donde las mujeres, de Álvaro Pombo y Jaque a la dama, de Jesús Fernandez Santos.

En la figura se muestra la tapa de la edición que he tenido en mis manos; la única diferencia es que la mía, un ejemplar de segundo uso, ha perdido la banda amarilla que lleva el título del libro.